El sacrilegio más célebre de nuestra era y unos cuantos gifs hipnóticos
Cósimo, despacho 18
Una serie: Taboo
Aunque no tiene mucho que ver con la Polinesia de donde viene el término, el nombre de esta miniserie está bien puesto: esta es una historia sobre lo indecible, lo que no se puede verbalizar, lo que no podemos ver a causa del desconocimiento de un mundo ajeno, o de los prejuicios decimonónicos y coloniales, y también las sombras que llevamos por dentro en forma de trauma, inconsciente, fantasía o culpa. Explora la oscuridad en su sentido más amplio; por eso es una serie oscura, pero oscura como lo es la pintura de Caravaggio o de Turner, de una oscuridad exquisita.
La textura visual de esta serie ya es un goce en sí mismo, pero la historia y las actuaciones igual valen la pena, aunque no te vayan a atrapar desde el principio en el sentido en que lo puede hacer una Breaking Bad o una Peaky Blinders. Traigo esta última a colación porque Taboo tiene cosas en común con ella, en sus creadores, en su estética y hasta en uno de sus actores: el inmenso Tom Hardy.
Pero lo que cuenta Taboo ocurre más de cien años antes de los eventos iniciales de Peaky Blinders. Durante la Guerra de 1812 entre Estados Unidos y Gran Bretaña, la poderosísima Compañía de las Indias Occidentales quiere apoderarse de una isla cerca de Vancouver (en la costa oeste de lo que luego se llamará Canadá y que entonces todavía es británica) para construir desde ahí un monopolio comercial con China. Los peces gordos de la Compañía se están frotando las manos cuando se enteran de que el inglés que adquirió esa isla de los indígenas acaba de morir, hasta que descubren que su heredero (Hardy), a quien todos habían dado por muerto en África, ha regresado, convertido en lo que los ingleses ven como un salvaje: un tipo todo tatuado, que casi no habla, que tiene visiones y que no responde ya a lealtades patrióticas, ni se deja matar por sicarios, espías ni soldados.
En una época en la que tantas cosas se parecen, Taboo se distingue por contar una parte de la historia que uno no suele conocer, y por ese nivel de calidad en producciones de época característico de la gran televisión británica.
Una película: Only Lovers Left Alive
Qué bueno es descubrir una obra de arte que ha estado ahí por años, esperando por uno, de la que no sabías nada, y que de inmediato entra a tu lista de favoritas. Eso me pasó con esta película de 2013, que hoy es mi favorita del gran Jim Jarmusch y mi favorita del género de los vampiros (bueno, junto con la Drácula de Coppola, claro). Ya el plot de partida es irresistible: un gran músico (Tom Hiddleston) que vive encerrado salvo cuando sale de vez en cuando a deambular en su carro por una Detroit semidesierta, se apresta a ver a su amante, una artista (Tilda Swinton) que vive en Tánger cerca de un viejo poeta amigo (John Hurt). Todo está más o menos bien, pero la incontrolable hermana menor del músico (Mia Wasikowska) se va a atravesar para crear varios problemas. Lo interesante - aparte de la música increíble, la dirección de arte, las fascinantes locaciones, el desarrollo de personajes - es que todos ellos son vampiros, lo han sido por varios siglos, y el poeta es nada menos que un contemporáneo de Shakespeare, Christopher Marlowe.
No son vampiros que odian a la humanidad, sino vampiros que aman la cultura y que han asumido su sed de sangre como una condición que manejan de la manera más civilizada que pueden. Una de esas películas que cuando conoces sabes que vas a querer volver a ver. En Canadá está disponible en Tubi.
Un libro: Los versos satánicos, de Salman Rushdie
Luego de que el 12 de agosto un tipo de 24 años le dio diez puñaladas a Salman Rushdie en el estado de New York, cuando el escritor daba una conferencia en una institución consagrada a la paz y al diálogo, la prensa ha estado rememorando cuánto ha hablado y escrito Rushdie sobre el deber de plantarse frente a los fanáticos y de defender la libertad de pensamiento, expresión y creación. Muchos han comentado cómo este ataque es el hito más reciente de una historia paralela que da para una novela, y que de hecho el mismo Rushdie ha usado para escribir indirectamente de su vida como escritor amenazado, pues ha habido protestas con muertos, asesinatos, divorcios, años de clandestinidad, un montón de dinero en juego y hasta ruptura de relaciones diplomáticas. Todo esto porque en febrero de 1989, pocos meses después de que Rushdie publicó su novela Los versos satánicos, el ayatolá Jomeini, entonces líder supremo de Irán, ordenó que Rushdie debía ser asesinado por haber ofendido al Islam en su libro.
Detalle curioso: la entrada en Wikipedia en inglés sobre Rushdie dice que Los versos satánicos fue prohibido en 13 países con grandes comunidades islámicas, entre ellos Venezuela, lo cual es obviamente un error.
Rushdie sobrevivió al ataque, con 75 años, y parece estarse recuperando poco a poco en una clínica, mientras Los versos satánicos regresa a la lista de best sellers. Si no lo has leído ya, aquí tienes una oportunidad de atravesar la humareda de la polémica y de la violencia en una era de renovados fanatismos de todo tipo, y acercarte a esta novela, no para tratar de entender qué fue lo que indignó a los integristas musulmanes, sino para disfrutarla como la gran obra que es. Debo haberla leído en 1989 o 1990, siendo un chamo saliendo del bachillerato, y me deslumbró. Fue la primera novela que me puso en contacto con el imaginario del Islam, con la India, y con un tema que hoy es tan cercano para mí como lo es la migración y sus muchos conflictos de identidad individual y colectiva. Fue la primera vez que vi una novela entretejida con grandes historias paralelas que ocurren en distintos sitios y momentos, y en la que descubrí cómo un texto de gran complejidad y exuberancia estética puede ser al mismo tiempo una sátira muy divertida y una obra perdurable que plantea preguntas de fondo sobre lo que pensamos que es el bien y el mal, o lo que pensamos que es ser fiel a tus orígenes.
Es más: ¡ya como que me provoca leerla por tercera vez!
Un álbum: Cantos y revueltas, de Pacho Flores
Uno de los mejores trompetistas del mundo nació en San Cristóbal, Venezuela, en 1981 y se llama Pacho Flores. Yo ya lo había escuchado en discos como La trompeta venezolana, y otros amigos melómanos me habían hablado de él, pero no fue sino hasta que lo vi tocar en Montreal el pasado fin de semana, junto con un ensamble de metales, el director Rafael Payare (el joven maestro venezolano a cargo de las sinfónicas de Montreal y San Diego) y el gran cuatrista Héctor Molina, de C4 Trío, que la primera frase de este párrafo se dibujó en mi cabeza.
Pacho es un trompetista académico de nivel extraordinario que se mueve sobre todo en el circuito clásico, pero no se queda allí, por más que sea un mundo muy grande. Hizo un álbum en dueto con el guitarrista Jesús “Pingüino” González en el que interpretan a Henry Martínez, Astor Piazzola, Lecuona, Gardel y Simón Díaz, así como varios otros álbumes totalmente clásicos. Pero un disco que te recomiendo en particular para que aprecies el rango en el que opera es Cantos y revueltas, que grabó en vivo con la Real Filharmonia de Galicia. Allí escucharás a Pacho tocando un concierto para corno da caccia de Johann Baptista Georg Neruda y una de las Bachianas de Heitor Villa-Lobos, pero también El diablo suelto y la pieza de Pacho que da nombre al disco, que en vivo, en un teatro en Canadá, me sacó lágrimas.
Un artista: Carl Burton
Este diseñador y artista digital basado en New York muy probablemente te hará repensar lo que para ti siempre ha sido un gif, esa imagen animada en loop que solemos ver en nuestros celulares o en las redes sociales con fines generalmente humorísticos. Burton usa el gif para producir ilustraciones hipnóticas de mundos alternativos en los que queremos estar, o que al menos nos intrigan aunque no nos gusten del todo. También hace videojuegos e ilustraciones fijas, pero siempre imaginando el espacio contemporáneo; no en vano cita entre sus influencias Las ciudades invisibles de Italo Calvino, el papá de Cósimo : ) .
Un podcast: 99% Invisible
Este podcast en inglés sobre arquitectura, diseño y un montón de cosas curiosas tiene siempre un grato tono conversacional, pero puede consistir en historias, en entrevistas con un especialista o en discusiones entre sus productores. Tiene muchos episodios y uno puede buscar lo que le interesa. Sus temas puede ser súper específicos; aprendí y disfruté mucho uno que cuenta cómo se inventaron los multicines y cuánto han significado para Hollywood desde los noventa hasta hoy; y otro sobre el negocio de construcción de bunkers y campamentos de preppers para quienes han decidido prepararse para un inminente fin del mundo.
Una autora: Elise Gravel
Uno de mis descubrimientos más entrañables de los años recientes ha sido la obra de esta escritora e ilustradora montrealesa.
Sus libros están llenos de un humor que se parece mucho al de los niños, y que por eso conecta instantáneamente con ellos, pero también de una gran sensibilidad, que no le tiene miedo a los temas que algunos consideran difíciles.
Gravel trata con la misma naturalidad la historia de una niña que se siente rara, de una adolescente que le tiene terror a la idea de crecer, de una bailarina que detesta el ballet y de una papa que va en bicicleta.
Trabaja también la no ficción en una colección que enseña a los pequeños a no tenerle miedo a las criaturas más “asquerosas” y toca con gran cariño el tema de los refugiados y la biografía de un héroe anónimo de su barrio.
Es una escritora valiosa, cuyos libros merecen un lugar privilegiado en las bibliotecas de los peques, pero también en las mentes de los adultos, porque nos da acceso a ideas que, sin duda, nos pueden ayudar a ser más abiertos y mejores personas.
Tiene varios libros traducidos al español en Blackie Books, Nube Ocho, Amanuta, Anaya y Juventud.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.
Como siempre, gracias por las recomendaciones, me las apunto todas. La obra de Carl Burton me parece increíble, la película tiene muy buena pinta y me pongo a escuchar ese podcast ahora mismo. Sobre Salman Rushdie, es uno de esos eternos pendientes que he leído a trozos (lo estudié en la universidad, por encima). Tal vez este sea el momento de leerlo bien. Un abrazo!