Una serie: Copenhagen Cowboy
Esta miniserie danesa en Netflix es tan extraña que uno se pregunta cómo la plataforma, que ha ido abandonado la audacia de sus primeros tiempos como potencia del streaming, pudo haberse decidido a invertir en ella. Está llena de manierismos: largas secuencias con lentos paneos pivotales de cámara; una banda sonora electrónica que recuerda a la de Stranger Things; una exquisita iluminación con rojos, magentas y violetas, manchas de sombra y líneas de neón; un vestuario retro ochentoso lleno de minuciosos detalles.
Pero entonces te das cuenta de que es del director danés Nicolas Winding Refn, quien ha desplegado esa misma artificiosidad en sus películas, con gran consistencia y excelentes resultados, y que tiene la combinación de prestigio, ambición estética y cierto éxito comercial que abundaba en las apuestas iniciales de Netflix, y que tal vez la empresa esté tratando de rescatar ahora que se habla tanto de su decadencia.
Esto es un oscuro pastiche de cuentos de hadas tipo los recogidos por los hermanos Grimm: hay bosques llenos de encrucijadas, castillos con princesas malditas y príncipes asesinos, tiranos como Barba Azul, animales muy hambrientos y una cenicienta con poderes misteriosos.
También es una historia muy contemporánea, en la que se ve una Dinamarca muy distinta, con crueles mafias balcánicas y asiáticas, tráfico de personas y guerras entre narcotraficantes. Y en el centro de todo una gran heroína, interpretada por Sara Isabella Jonsson Vedde: una muchacha sin orígenes, que casi no habla, y que es capaz de desatar un poder inmenso desde su minúscula estatura.
Ojo: si te gusta esta miniserie como a mí, busca en Netflix el documental en el que hablan sus actores y su director.
Copenhaguen Cowboy está relacionada con tres películas anteriores, Pusher I, II y III. Pero tal vez ya hayas visto otras películas más conocidas de NWR, con su mismo lenguaje visual y musical: primero, Drive, la que ha tenido más difusión, con Ryan Gosling y Carey Mulligan; The Neon Demon, con Elle Fanning como una modelo mortífera; y Valhalla Rising, una brutal historia de vikingos entre Escandinavia y Canadá, con el gran Mads Mikkelsen.
Una película: Oppenheimer, de Christopher Nolan
Como soy de los que piensa que Nolan es uno de los grandes cineastas de nuestra era, y que como Denis Villeneuve es un obsesivo defensor del cine y de ver el cine en salas, fui a ver su nueva película apenas pude (pero sin participar del Barbenheimer: no he visto Barbie, aunque la quiero ver). Es su obra más larga hasta el momento y no diría que es mi favorita, pero igual es una gran película, y había que hacerla, y la tenía que hacer Nolan. Porque todavía hoy uno tiene que entender por qué se hicieron las bombas atómicas, por qué se usaron para matar a decenas de miles de inocentes, y qué significa que todavía existan.
La Oppenheimer de Nolan no juega con el tiempo y el espacio como en Interstellar, Dunkirk, Memento o Inception, tan sólo con unos cuantos hermosos momentos abstractos de visiones sobre la composición de la materia. Alimentada por un libro que ahora tengo ganas de leer (Prometeo Americano: el triunfo y la tragedia de J. Robbert Oppenheimer, de Kai Bird y Martin J. Sherwin), su tema es cómo el gobierno de Estados Unidos reclutó a un científico del que siempre sospechó porque era de izquierda, y cómo luego quiso destruir su prestigio porque dejó de convenirle que “el padre de la bomba atómica” estaba muy preocupado porque se desarrollara una carrera armamentista con la URSS como en efecto pasó.
Más que una fábula fáustica en la que un hombre se corrompe para adquirir el conocimiento de lo ulterior, es una reflexión sobre las relaciones entre ciencia y poder, entre progreso técnico y capacidad de destrucción. Un tema que, como la película subraya desde el principio, atraviesa la civilización desde el Bhagavad Gita y el mito de Prometeo.
El casting es magnífico y Cillian Murphy debe haber hecho su mejor trabajo hasta la fecha.
Tal como el director recomienda, si pueden véanla en 70 mm o en IMAX.
También vi, en Netflix Canada, dos películas latinoamericanas que me gustaron muchísimo. Muy oportuna ahora que se está hablando de la crisis económica y del posible revolcón político en Argentina, El suplente, de Diego Lerman, es un buen vistazo al estado actual de esa sociedad a través de los ojos de un profesor de literatura en un bachillerato de una zona complicada. Los gringos hubieran hecho algo cursi y truculento con esta trama; en este caso es una película sincera y con muchos matices que no se anda con tonterías. Algo menos reciente, y mexicana, es Una película de policías, un fascinante semi documental sobre la vida de una pareja de policías en la Ciudad de México. No les quiero contar mucho más porque contiene sorpresas. Véanla.
Estaba esperando para ver Women Talking, de Sarah Polley, y no me decepcionó porque Sarah siempre es brillante. Esta adaptación de la novela de la también canadiense Miriam Toews es la crónica de una crisis en una comunidad cristiana ultraortodoxa, en la que a partir de un asalto sexual masivo un conjunto de mujeres de varias generaciones se encierran en un granero para discutir si se quedan o se van. Tremenda.
No me gusta mucho ver películas en los aviones, porque me concentro poco y porque suenan mal, pero resultó que Delta (valga la cuña gratuita) tenía tremenda oferta y aproveché. En un vuelo de idea vi Living, la elegante y eficiente versión de la vieja película de Akira Kurosawa que adaptó Kazuo Ishiguro y que funciona muy bien con ese peculiar actor que es Bill Nighly, y en el regreso, Aftersun, otra peli británica que me gustó más, dirigida por Charlotte Wells, que consiste en un flashback sobre un viaje entre una niña que se asoma a la pubertad y su joven padre, ya separado de la madre de ella. Lo que no se dice, no se muestra, es el centro de la historia. Muy buena.
Un libro: Underground, de Don DeLillo
A causa de un proyecto personal, me propuse dedicarme con disciplina a leer novelas grandes, complejas, de alrededor del cambio de milenio, que intenten expresar su época pero también se asomen a varios momentos diferentes. Empecé, y con mucha suerte, por una que siempre aparece entre las mejores publicadas en Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX, por los premios que tiene y el impacto en la crítica. De Don DeLillo había leído sólo Falling Man, y no lo recuerdo como una buena experiencia de lectura. Pero fue muy distinto con la magnífica Underground, de 1997.
Este novelón tiene un objeto protagónico que la atraviesa de principio a fin, la pelota del home run con el que los Gigantes de Nueva York le ganaron a los Dodgers de Brooklyn el campeonato de la liga nacional en 1951, el mismo día en que la URSS probaba su primera bomba nuclear. La historia de esa pelota a partir del niño que la pudo capturar en la grada es el punto de partida para que un conjunto de personajes atraviesen el pánico atómico, los años sesenta, la era Reagan y el arribo de internet.
Underground, que debe su título a una película de Sergei Eisenstein que nunca existió, es una obra maestra en estructura, prosa, riqueza de recursos y ambición.
Fue traducida al español como Submundo y está en SeixBarral.
He visto dos versiones fílmicas de novelas de DeLillo: Cosmópolis, de David Cronenberg (que me aburrió, cosa que nunca me había pasado con ninguna película de este gran cineasta canadiense) y White Noise, de Noah Baumbach, que me pareció buenísima, con Adam Driver y Greta Gerwig (la brillante actriz y directora de Ladybird, Little Women y Barbie).
También he estado leyendo en estos meses dos novelas muy distintas de los 90. Una fue Pim pam pum, de Alejandro Rebolledo, que no había leído antes, misteriosamente, y que me gustó más de lo que yo creía que me iba a gustar, aunque no es mucho mi género ni el tipo de cosas que a mí me hubiera gustado escribir. Usé la estupenda edición aniversaria de Codex Novellus. Y la otra fue La inmortalidad, de Milan Kundera, un autor que leí intensamente a finales del bachillerato y principios de la universidad, y al que decidí volver a propósito de su reciente muerte a los 94 años. Fue más bien decepcionante porque es una novela un poco vaga e incierta, pero al viejo uno le acepta las divagaciones una vez que entiende, con maravillas como Los testamentos traicionados, que siempre fue un ensayista más que un novelista, o un novelista que sabía arreglárselas para hacer novelas de ideas sin ser didáctico ni predecible.
Una obra mucho más reciente que felizmente cayó en mis manos es Panza de burro (2020), de la joven narradora y poeta canaria Andrea Abreu: una divertida, ingeniosa y muy bien escrita crónica de la pubertad. Fue editada en España por Barrett y en México por Elefanta.
Una artista: Fatima Al Qadiri
Esta artista musical de la electrónica nació en Senegal pero es kuwaití, y por su padre diplomático tuvo una infancia y una adolescencia errantes. Políglota, cosmopolita, se sentía rara en el país de su familia, y no sabía mucho qué hacer consigo misma hasta que encontró en la nueva tecnología de audio un mundo propio que podía controlar sin salir de su habitación. Hoy, es una importante creadora de la electrónica, y hace cosas increíbles como la banda sonora de la película de Mati Diop que comentamos en el despacho 2 de Cósimo, Atlantics. Puedes escuchar los discos de Fatima aquí en Spotify y en YouTube.
Otros descubrimientos recientes:
en la misma nota electrónica, Secret Life es un disco nuevo de Fred Again y del maestro Brian Eno, genio del pop cuando estaba con Roxy Music, productor magnífico del rock con U2, y desde hace varios años uno de los líderes del ambient.
Otros dos proyectos musicales, también producto de la migración, que me impresionaron en vivo en el festival de jazz de Montreal: la interesantísima banda de la cantante y multi instrumentista turco-alemana Deria Yildirim, y las cuatro mariachis de Flor de Toloache, que desde Nueva York oscilan entre lo tradicional y versiones hasta de Nirvana.
Una película: Pom Poko
Studio Ghibli nos ha entregado algunas maravillas cinematográficas que niños y adultos deberíamos ver porque sí, tal como ya expusimos por aquí hace unas cuantas entregas, cuando hablamos del trabajo de Hayao Miyazaki en el despacho 5 de Cósimo. Están las grandes favoritas, como Ponyo (2008), Totoro (1988) y Howl’s Moving Castle (2004), por nombrar apenas tres, pero hay además unas joyas menos conocidas que vale la pena tener en cuenta.
Es el caso de Pom Poko (1994), escrita y dirigida por Isao Takahata, el mismo creador de la bella Only Yesterday (1991), la divertidísima Mi Neighbours the Yamadas (1999) y el drama Grave of the Fireflies (1988), que sinceramente no tengo suficiente valor para ver, aunque parece que también es magnífica.
Pero vamos a lo que vamos, Pom Poko: la historia de una comunidad de mapaches que van a ser desalojados de su hábitat natural tras la construcción de Tama New Town, el mega suburbio a las afueras de Tokio, y deciden declarar la guerra a los humanos poniendo en acción todo un arsenal de poderes mágicos.
Impresiona la vigencia del tema y del planteamiento, el ángulo desde el que se narra la historia (imposible no ver la influencia que esta película tiene en Wes Anderson, por ejemplo) y la riqueza visual, algo a lo que Ghibli nos tiene muy mal acostumbrados a sus fans, además de ser una exhibición de mitología japonesa que da gusto y nos deja con ganas de más.
Pero aparte esta cinta tiene un aftertaste, porque es un excelente disparador para hablar de varios temas importantes (ninguno de ellos light) con los espectadores más jóvenes: cómo la vida urbana ha cambiado y afectado el equilibrio del planeta, por qué es importante aprender a convivir con la naturaleza, qué le estamos haciendo a las especies animales que desplazamos con nuestras ciudades y otros tantos más.
Ojo: Esta NO es una película para niños pequeños. Yo recomendaría unos 11 o 12 años mínimo (o unos 10 bien informados, digamos) para introducirla, así como unos adultos dispuestos a responder preguntas incómodas sobre la vida, la muerte, la reproducción y el equilibrio en la naturaleza.
Y por eso mismo es que me encanta. Porque creo que los niños tienen derecho a hacernos esas preguntas, a debatir con nosotros sobre esos temas y también (y sobre todo) a enseñarnos a replantearnos cosas que tal vez dábamos por sentadas.
Está en Netflix.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.
Gracias por estas excelentes recomendaciones...yo, por ahora inmersa en 2 k dramas muy distintos e interesantes: uno, Moving en HULU/Disney+ sobre niños con poderes sobrenaturales y otro en Amazon "The Killing Vote" sobre un vigilante con máscara online que pone a la población a votar sobre si se debe o no ejecutar a criminales que han escapado sentencias proporcionales a sus desmanes. Con el mismo actor del excelente "Through the Darkness" sobre el primer team de Profilers en SoKo.