Una serie: Las de la última fila
Oculta bajo las espesas cortinas del alma caprichosa del algoritmo que ha pasado a gobernar nuestras vidas aguarda esta impecable miniserie española en la que un grupo de amigas se van de viaje al sur de Andalucía porque una de ellas está a punto de entrar a un ciclo de quimioterapia. Uno sólo sabe al final cuál es la que tiene cáncer, lo cual induce a observar con atención cómo cada una vive esos días y esas noches, puesto que la excursión sirve para que todas se revisen a sí mismas, evalúen el momento en sus vidas, su propia amistad, sus relaciones de pareja o de familia, y hasta el vínculo con la que era miembro del grupo que decidió irse. El cáncer está al fondo de todo, no es el centro: esto en realidad es una profunda historia sobre el vínculo entre la mortalidad y la amistad, esa gran forma del amor que es un modo de sacarle el mayor provecho a la existencia. Hay episodios que son de premio. En Netflix.
Otra serie que explota, pero desde el humor negro, las posibilidades del universo femenino, es la británica Fleabag, creada, escrita y maravillosamente protagonizada por Phoebe Waller-Bridge, quien rompe la cuarta pared incluso mejor que Frank Underwood en House of Cards. Es muy británica, siente uno desde su sensibilidad caribeña, pero la franqueza con que Fleabag aborda las contradicciones de la vida adulta, los patinazos de la sexualidad y la mecánica del duelo es conmovedora. Atención a sus cast de secundarios, que incluye a la gran Olivia Colman como una madrastra pasivo-agresiva y a Andrew Scott, de la nueva serie Ripley (que aún no he visto).
Una película: Poor Things, de Yorgos Lanthimos
Lo primero que hay que decir sobre este film es que no es para todo el mundo. Es excesivo, imperfecto, con una estética steampunk como de Terry Gilliam en ácido. A este director griego le gusta provocar, llevarte a una esquina en la que no tengas opción sino intentar responder a sus preguntas incómodas; pues aquí llevó esa conducta más lejos y además con un vuelo creativo que deja atrás a la ya audaz The Favorite. Como en esta última película, Lanthimos se vale del sentido del humor del escritor Tony McNamara (autor de la divertidísima serie que recomendamos en Cósimo sobre Catalina la Grande) para traerse historias “de época” al presente, forzando las normas del anacronismo hasta desgarrar las limitaciones de la verdad histórica. Y también como en The Favorite, se apoya en Emma Stone, aunque Poor Things debe ser la cumbre más alta que ha alcanzado esta actriz en su carrera hasta ahora.
La película saca provecho de la trama original en la novela de Alasdair Gray: un científico loco rescata del Támesis el cuerpo de una suicida que lleva en su vientre un bebé aún vivo, y decide insertar el cerebro del niño que no llegará a nacer en el cadáver de su madre, y darles vida en una síntesis de ambos que será algo nuevo. Bella tiene un cuerpo de adulta pero tiene que aprender de cero, y lo hace rápido. Ese punto de vista no es sólo una reinterpretación de Frankenstein, sino una plataforma para plantear la construcción de la identidad femenina desde donde nunca se suele hacer.
Joya descubierta: aquí en América del Norte, Criterion Channel tiene en streaming una copia perfecta, restaurada, de Araya, de Margot Benacerraf. Por distintas razones nunca había visto este documental de 1959, narrado por José Ignacio Cabrujas y premiado con el Fripesci en Cannes. No es sólo la que puede ser la mejor película que se haya hecho en Venezuela: Araya es una cumbre de la civilización venezolana, un tesoro de todos nosotros.
También vi Babylon. Ya he dicho acá que me gustan muchísimo las películas de Damien Chazelle y su sentido musical, compositivo, para escribir y editar largas escenas en las que la música toma las grandes decisiones y los actores tienen mucho espacio para crear. Claro que no cuentan la misma historia, pero Babylon me gustó mucho más que Mank en su retrato de la decadencia de lo que llamaban la edad dorada de Hollywood.
Un libro: En la corte del lobo, de Hilary Mantel
Como he estado trabajando en una novela histórica -enfrentando sus exigencias técnicas, tomando decisiones sobre qué contar y qué no, o sobre cuánto inventar para compensar los vacíos de la realidad documentada- he estado buscando libros magistrales que me muestren un estándar. Así di con la primera novela de esta trilogía sobre Thomas Cromwell, el hombre de humildes orígenes que se convirtió en el gran consejero de Enrique VIII de Inglaterra.
Hay distintas maneras de escribir novelas históricas. En el Cósimo anterior te conté de mi experiencia con Guerra y paz. Pero En la corte del lobo el criterio sobre dónde ser exuberante y dónde cortar es radicalmente diferente al del viejo Tolstoi. Esto está más cerca de Las memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, o de El general en su laberinto de García Márquez, que de Los pilares de la tierra de Ken Follet.
Pese a su extensión, Wolf Hall representa la teoría de la punta del iceberg: lo que vas a leer es sólo una parte de lo que se investigó y se pensó y que no está en el papel, pero sostiene todo lo que se imprimió en él.
La prosa de Hilary Mantel, quien llegó a escribir en varios géneros y que conoció el éxito, me intriga. ¿Cómo esculpirla así, cómo decir tanto en tan pocas palabras? No quiero aburrirte con mis obsesiones técnicas con este libro: sólo quiero decirte que si estás buscando una novela histórica que no sólo tenga éxito comercial sino que además sea de altísima calidad, aquí tienes una imperdible.
Un álbum: Visions, de Norah Jones
Esta brillante compositora, cantante y pianista estadounidense ha hecho una carrera muy consistente en calidad en veinte años, aunque al parecer sigue sin pegarla tanto como con su disco debut, Come Away With Me. Ella tiene al jazz como una base de operaciones, y es fiel a la canción como forma, pero desde ahí se asoma a distintos territorios en cada disco, y los resultados son siempre accesibles, siempre gratos, siempre bien hechos. Su nuevo álbum, Visions, me ha parecido que está entre sus mejores. De espíritu rocolero y tenuemente melancólico, tiene un piano como tocado con las yemas de los dedos, guitarras resonadoras, metales como de balada de Sam Cooke y una mezcla que te hace pensar en un viaje en un Malibú, discos de vinil y en una fuente de soda de finales de los 70. Es música contemporánea, nueva, con una sensibilidad retro hecha con cariño, con respeto y con conocimiento con la música hecha en los 60 y los 70, un poco en la vibra de She&Him. Es un disco que hace bien, perfecto para escuchar en las tardes de tiempos como estos, que son, para decirlo bonito, demandantes.
Me sorprendió Ultrabelleza, de María José Llergo. Este nuevo mundo que se abrió en la música detrás de Rosalía (y medio siglo antes, Camarón de la Isla) en la que esa maravilla que es el flamenco se deja acompañar por la electrónica está trayendo proyectos cada vez más interesantes. Acompañada por un montón de máquinas y no por palmas y guitarras, esta cantaora de 30 años se asoma al indy pop, a la electrónica y a territorios más comerciales. Tiene una voz bella que sin ser demasiado versátil puede asumir personalidades interpretativas en las que pueden encontrarse el oyente impuro de flamenco y los millones que escuchan a Rosalía o Beyoncé.
Pásate también por Walk Around the Moon, de Dave Matthews Band. Le tengo mucho cariño a esta banda desde los 90, pero en su abundante discografía son pocos los álbumes que escucho con frecuencia, aunque el nivel musical siempre es altísimo en este conjunto de virtuosos, y la fórmula de jazz rock que desarrollaron desde sus comienzos sigue dando frutos creativos. Este es de los mejores que han hecho en los últimos años: sereno, redondo, estimulante.
Una editorial: Cataplum Libros
Uno de los trabajos que más disfruto es el de buscar y descubrir editoriales cuyo trabajo uno quiera coleccionar. Cuando eres lectora de libros álbum, mamá de una lectora en formación y además, librera, dar con un sello que reúna buenos títulos, autores e ilustradores es como encontrar la isla del tesoro o el jardín secreto.
Desde que la venezolana María Fernanda Paz Castillo lanzó la editorial Cataplum, en 2016, le he seguido la pista de cerca. Varios años después, cuando por fin pude empezar a vender libros en español para los niños de Canadá, fue una de las primeras casas editoriales a las que quise traer. Y ahora recibo la confirmación de que no fue solo cuestión de simpatías o de sesgo por el gentilicio compartido: Cataplum acaba de ganarse el Premio BOP Bolonia a la Mejor Editorial para niños en Latinoamérica y el Caribe.
No es cualquier premio y el catálogo de Cataplum lo merece.
Se trata de libros que transmiten que la gente que los hace tiene muy clara la responsabilidad enorme que tienen entre las manos: la de llevar a los lectores más jóvenes y en formación contenido de altísima calidad, no sólo en las letras, sino también en las ilustraciones, la calidad de los materiales, los formatos, la impresión.
Son libros que da gusto tener entre las manos y que uno no quiere soltar. Como librera, siento a la vez un gusto enorme y un gran pesar cuando veo partir uno con el que quisiera quedarme yo. Pero me hace muy feliz porque sé que esos lectores, los más importantes que existen, no sólo lo van a disfrutar, sino que se van a ver positivamente afectados por él para siempre.
Cataplum agrupa multiplicidad de voces y trazos, de distintas épocas y países de la región, que hablan a los lectores con distintos acentos y modismos de cada país.
En Canadá, los vendemos orgullosamente en la Caja de Aventuras de UpaUpa Español.El sitio web de la editorial es www.cataplumlibros.com.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.