Las ruinas de Berlín, la vida cotidiana del vampiro y un maestro japonés
Cósimo, despacho 5
Una serie: The Defeated
De esa suerte de guerra de Troya de la edad moderna que es la Segunda Guerra Mundial —una categoría temática para libros, películas, videojuegos y series que no deja de crecer desde 1939— solemos llegar hasta el penúltimo capítulo, como la caída de Berlín y del régimen nazi en Downfall, pero sabemos poco del final que también es un principio: las dificultades de la reconstrucción, la justicia por los crímenes de guerra y el peso del trauma. En el caso de Alemania esa historia la encontramos en libros como El tambor de hojalata de Günther Grass, El inocente de Ian McEwan y Sobre la historia general de la destrucción de W. G. Sebald, y ahora en una serie producida entre Alemania, Francia y Canadá que en Europa se llama Shadowplay y en Netflix The Defeated.
Aquí el foco está sobre lo que queda de la sociedad berlinesa. ¿Cómo sigue viviendo una ciudad en ruinas, con el tejido social devastado, gobernada por varios ejércitos de ocupación a la vez? Pues con un ejército de asesinas compuesto de mujeres obligadas a prostituirse por un médico mafioso, un mercado negro de información secreta, y un cuerpo de policía local que no tiene armas de fuego sino patas de sillas y de mesas como bastones, y un asesor llegado desde Brooklyn cuya agenda verdadera es encontrar a su hermano perdido, un soldado que luego de conocer los campos de exterminio se convirtió en un asesino en serie de oficiales nazis que intentan pasar desapercibidos.
Rodada en un set de Praga que realmente transformaron en una Berlín devastada, esta serie de 16 episodios (ocho disponibles en Netflix, los demás rodándose todavía en Praga) tiene la calidad técnica de hoy, la densidad del buen cine europeo y la fluidez narrativa que uno quiere.
Una película: What We Do in the Shadows
Algo muy diferente es esta película neozelandesa que por alguna razón no es tan conocida como debería, aunque ya se convirtió en una serie y catapultó la carrera internacional de su realizador, Taika Waititi. En lo que tal vez sea el más ingenioso y cómico mockumentary jamás hecho, la cámara sigue la vida cotidiana de cuatro vampiros que comparten casa: un dandy romántico, un pícaro de Europa Central, un Nosferatu de ocho mil años de edad y un noble medieval muy parecido a Vlad Tepes. Tienen que manejar la convivencia, alimentarse de víctimas, administrar a sus sirvientes, defenderse de sus enemigos los licántropos y prepararse para la gran fiesta anual de vampiros, zombies y otros monstruos. Es una de esas películas que necesitas ardientemente recomendar a tus amigos.
Un libro: Segunda casa, de Rachel Cusk
Nacida en Canadá pero con su carrera hecha en Gran Bretaña, Rachel Cusk suele ser considerada en ciertos círculos como una de las escritoras vivas más importantes. Esa es una categoría amplia y por supuesto subjetiva y discutible, pero sin duda tiene con qué optar al título. Cuando lees sus libros te la imaginas como una persona que está en una reunión calladita, escuchando a los demás, para decir al final algo totalmente brillante que te revela sobre lo que acabas de vivir cosas que no habías percibido o siquiera imaginado.
Cusk ha desplegado su elegantísima escritura en unas cuantas novelas y algunos libros de no ficción, a menudo desde su propia perspectiva - directamente o mediante alter egos- de escritora inglesa conocida, de clase más bien acomodada y nacida a finales de los 60. En la trilogía que describe el arco que va desde un divorcio a una nueva vida en pareja pasando por la remodelación de una vieja casa en Londres (A contraluz, Tránsito y Prestigio), pasa de una escena a otra para darle voz a otros personajes y momentos, siempre como en una suerte de entrevista disimulada, con lo que construye un panorama coral de cómo esos procesos de crisis, transformación y reconstrucción que lo absorben tanto a uno pueden ser al mismo tiempo vividos en muchísimas formas por los demás.
Otros dos libros pueden comunicarse muchísimo con nosotros en este momento. Su nueva novela, Segunda casa, examina el tema de cómo el aislamiento o el hambre por una vida diferente pueden desencadenar en uno proyectos o expectativas que conducen a desenlaces no solo imprevistos sino probablemente indeseables. Aquí, una escritora que vive en una remota marisma junto a su silencioso y práctico marido se ha aficionado a invitar artistas a una cabaña en la propiedad, para acercar a sí misma el otro mundo que extraña, y en 2020 se empeña en invitar a un pintor con el que está obsesionada. El pintor acepta la invitación y ahí se abre una historia que nos deja con preguntas como esta: ¿por qué tendemos a pensar que los artistas son seres especiales y que el arte puede inducir en nosotros las decisiones que nosotros mismos no nos atrevemos a tomar?
Es una novela brillante y eficaz, pero he disfrutado mucho más The Last Supper (creo que aún no traducida al español), su crónica de cuando su marido y ella vendieron sus cosas en Bristol y manejaron hasta Italia para pasarse un verano entero allá, viendo pintura y tratando de aprender italiano. La clase de cosas con las que uno sueña en estos tiempos, ¿no?
Un álbum: True Love Waits: Christopher O'Riley Plays Radiohead
Hay muchos covers de temas de Radiohead pero en este disco de 2003 (tan provechoso que fue seguido por otro en 2005, Hold Me to This) hay toda una exploración de lo que la banda inglesa había hecho hasta entonces por parte de un pianista clásico. Y es como redescubrir a Radiohead desde una perspectiva totalmente diferente. De hecho me pregunto si gente que no escucha rock o no soporta siquiera el sonido de una guitarra eléctrica con distorsión podrá asomarse a estas versiones de solo piano y darse cuenta de la genialidad musical de los de Oxford.
Una artista: Lhasa de Sela
Nació en New York en 1972; creció entre Estados Unidos y México, viviendo con su familia en un autobús, como en Captain Fantastik; comenzó a cantar en San Francisco, de adolescente; y en 1991 fue a visitar sus hermanas en Montreal, que estudiaban en la escuela de circo, y decidió quedarse allí, donde moriría de cáncer a la edad de 37 años. Antes de eso, dejó su música, en inglés y en español, con una voz muy reconocible, marcada por sus viajes, sus influencias y sus muchas noches cantando en pequeños cafés. Es uno de esos músicos que uno no puede meter en un solo género, como Nina Simone, Tom Waits o Nick Drake, y a los que uno vuelve una y otra vez, sin dejar de preguntarse qué más pudo hacer si la muerte no se le hubiera adelantado.
Un podcast: Revisionist History
Malcolm Gladwell ha escrito varios libros enjundiosamente investigados y argumentados sobre cómo percibimos la realidad. En este podcast aplica esa misma interrogante a algunos episodios de historia reciente de Estados Unidos. Por ejemplo, cómo fue posible que la agente que Estados Unidos consideró por años su mayor experta sobre Cuba en realidad era una espía del régimen castrista. O por qué McDonald’s tuvo que cambiar la receta de sus papas fritas. Llenos de entrevistas y con el nivel de producción y fact checking que uno espera de un autor como Gladwell, Revisionist History es el podcast cuando tienes tiempo y ganas de escuchar una historia super bien documentada que te deja pensando sobre los sesgos, los prejuicios y los mitos en que incurre la gente que uno supone más competente.
Un cineasta: Hayao Miyazaki
Una imagen que perdura en mi memoria es la de Copo de Nieve, la cabrita de Heidy, la niña de los Alpes. Esa serie de anime, una de las favoritas de los Gen-Xers, sería nuestro primer contacto con el mundo de Hayao Miyazaki (su guionista y diseñador).
Diría que a eso se debió mi clic instantáneo con los personajes de la filmografía de Studio Ghibli (la productora del realizador japonés), que descubrí ya de adulta, si no fuera porque lo he visto también en mi hija y otros niños pequeños cuando ven a la pequeña Ponyo escapar del reino de los mares para vivir en la tierra, a la valerosa Shihiro rescatar a sus insensatos padres y la bondadosa Kiki aprendiendo a volar en su escoba, por nombrar apenas algunas de sus célebres heroínas.
Lo que tienen las películas de Miyazaki es que a veces sin decir nada directamente (porque el lenguaje cinematográfico sabe hacer eso muy bien) se quedan con uno para siempre. Y eso, en la sensibilidad de un niño pequeño, tiene un gran valor.
Dato importante: chequear la clasificación por edad de cada película.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.
Excelente