Una serie: Around the World in 80 Days
Cómo no se nos había ocurrido antes: David Tennant nació para hacer de Phileas Fogg. Se hace obvio con esta impecable readaptación del entrañable clásico de Verne del que hay varias versiones, entre ellas una animada y con Cantinflas. Esta coproducción europea-surafricana de 2021 resume en ocho episodios de una hora la aventura de circunnavegar el globo en menos de 80 días sin aviones ni tarjetas de crédito. Tiene todas las virtudes técnicas de la mejor televisión de época que se hace ahora y una cuidadísima dirección de arte, como cabe esperar de la misma productora de Downton Abbey, pero lo más interesante es la sensatez con que refresca la novela de 1872 con un buen personaje femenino (periodista, por cierto), un Passepartout francés pero con ancestros en el África Colonial Francesa, y algunos comentarios sociales que ayudan a actualizar una novela en la que hoy nos podrían molestar algunas cositas.
No es una serie con emociones fuertes, se puede ver con los chamos, es hermosa, es divertida, y lo ayuda a uno a viajar. Perfecta para esas noches en las que uno lo que quiere es limpiar la cabeza.
Una película: Shirkers
Será porque me acerco a los 50, pero en estos meses he estado reconstruyendo en mi memoria mis años de formación, y este muy particular documental que me encontré en Netflix, y del que había leído muchos elogios en sitios diferentes, conectó con una emoción super específica y enormemente poderosa, que tal vez ustedes sienten, o han sentido. Me refiero a esto: ese proyecto creativo que elaboras con tus amigos más cercanos cuando crees estar cruzando el umbral hacia la adultez, esa obra de teatro o disco o película que te absorbe tanto y que es tan importante para ti, que verlo frustrado crea una caverna que se extiende a lo largo de tu vida, y cuyos ecos no dejan de resonar jamás. Aquí además me sentí muy identificado con esta historia de venir de una ciudad lejos del lugar donde pasan las grandes cosas, donde hace mucho calor, no hay mucho espacio para los espíritus inconformes e inquietos, y hace un calorón.
Quién lo diría, pero Valencia (la de Venezuela) se parecía a Singapur.
Shirkers cuenta la historia de tres amigas que estudiaban cine en Singapur, en 1991, con un tipo del que solo se sabían cómo se llamaba, George Cardona, y que venía de Estados Unidos. Entre las tres deciden escribir, producir y protagonizar un largometraje de ficción, Shirkers, y Cardona se ofrece a dirigir. La película se hizo, involucrando a una serie de actores no profesionales en extraños personajes, y sobre todo documentando una ciudad que pronto sería radicalmente transformada. Pasaron algunas cosas en el camino, en torno a la relación de cada una de ellas con este Cardona. Cuando el dinero se detuvo antes de la fase de edición, el profesor de cine se quedó con las latas de película. Y luego desapareció… por treinta años.
Shirkers es la historia de cómo las tres amigas recuperan su película y de cómo la encontraron, lo que es decir cómo forjaron y mantuvieron vivo un sueño, que las sigue reuniendo hoy aunque las tres viven en países distintos y nunca, igual que yo con mis amigos de entonces, pueden estar todas juntas a la vez. También habla sobre el peligro de los malos mentores, y sobre la medida en que obsesionarse con contar una historia sobre tu lugar de origen es una forma de procesar tu propia transformación. Shirkers es una película imperfecta, un poco extraña, pero si conecta contigo como lo hizo conmigo, nunca la vas a olvidar.
Un libro: Music, a Subversive History, de Ted Gioia
Llegué a este crítico musical californiano gracias a Gonzalo Jiménez y ahora no me pelo su newsletter The Honest Broker aquí en Substack. Tiene varios libros sobre jazz y sobre historia de la música según perspectivas específicas como el trabajo o el amor, pero buena parte de eso desemboca en este libro de 2019. Su “historia subversiva de la música” no es más que esto: un repaso por cómo ha evolucionado el arte que más consumimos todos contado no desde la perspectiva clásica y eurocéntrica que se concentra en Back, Beethoven, Mozart y otros señores con casaca, sino en cómo la violencia, la sexualidad y la rebeldía no comenzaron en el siglo XX, sino que han estado siempre ahí. Gioia respalda con décadas de investigación personal sus argumentos, como que muchas tendencias o creadores que al principio son denunciados como inaceptables por las élites terminan siendo domesticados e institucionalizados cuando se convierten en mainstream (lo acabamos de ver con el reguetón de unos diez años para acá), y como que las mujeres han sido subordinadas o extirpadas de la musicología oficial desde el primer ser humano que conocemos como compositor de música, una sacerdotisa en Ur, y desde la primera poeta que cantó sobre los sentimientos personales, Safo.
Music, a Subversive History es como El infinito en un junco de la música, en el sentido de lo panorámico e interesante que es, pero su tono es más peleón porque está hecho para hacer justicia. En el camino, nos enseña un montón de cosas increíbles a quienes no estudiamos música formalmente.
Un álbum: In the footsteps of Rumi, de Constantinopla
Hace veinte años, un músico iraní radicado en Montreal, Kiya Tabassian, creó un ensamble basado en la idea de juntar sonidos, tradiciones e invenciones sonoras como lo que debieron ser las grandes metrópolis abiertas del pasado, como Constantinopla o Córdoba. De un modo similar al Silkroad Ensemble, pero con más tiempo a cuestas y una actividad constante, Constantinopla ha hecho dos decenas de álbumes y cientos de conciertos. No he tenido aún la suerte de verlos en vivo, aunque su base de operaciones está cerca de donde vivo, pero entre tanto escucho sus discos con mucha atención, para viajar un poco con ellos, para aprender de otros mundos, y sobre todo para quedarme estático con la belleza de su música. Su álbum más reciente, In the footsteps of Rumi, es una muestra del nivel que tienen y de la síntesis de Asia, África y el Mediterráneo que estos virtuosos han ido tejiendo con los años. Puedes ver algunos de sus conciertos completos en YouTube.
Un artista: Rael
¿Cómo sería una casa si estuviera toda hecha de paja? ¿O si construyéramos viviendas con las mismas técnicas y materiales con que se hacen las piñatas? El diseñador y arquitecto Ronald Rael ha contestado estas preguntas:
También ha generado otras, con su firma de arquitectura o mucha otra gente en la Universidad de Berkeley en California. ¿Qué pasaría si instalamos subibajas entre las vigas de hierro del muro fronterizo entre México y Estados Unidos? ¿O si usamos una gran impresora 3D para construir estructuras de barro siguiendo técnicas ancestrales del desierto? Con Rael se confunden, o se juntan, el investigador y el artista, la arqueología y la futurología, el barro y el pixel, lo mexicano y lo gringo, lo local y lo global.
Un podcast: Sofá Sonoro
Gracias al lector de Cósimo Andrés Kerese supe de este podcast de la Cadena SER de España, y se siente mucho que está hecho por gente de radio (hasta se podría discutir si es un podcast o no, pero bueno, ¿de dónde viene el podcast sino de la radio?). Hay episodios de seis minutos y de una hora, y todos tratan sobre la música que amamos, sobre todo la música vieja. Aquí nadie discute ni te atiborra de números o cifras ni te trae los temas que te angustian; solo te cuenta cómo Bowie no pudo rescatar un grupo de canciones de juventud que solo salieron a la luz tras su muerte, o los discos históricos que se hicieron en 1971. Como es una radio y tiene derechos de reproducción, puedes escuchar completas varias canciones de las que hablan los especialistas. Todo es muy cálido, tal cual como si estuvieras dándote uno de los grandes placeres de la existencia: sentarte con unos buenos amigos en un sofá a escuchar grandes discos y a hablar de ellos.
Un clásico: Un puente hacia Terabithia
Hay libros a los que uno llega de manera accidentada. Con este me pasó que lo tenía entre los pendientes desde hacía años, hasta que un día, sin quererlo mucho, vi la película. Y no me gustó, lo confieso. La historia me movió algo que yo no quería mover. Me perturbó. ¿A quién se le ocurre escribir esto para un público infantil?, me pregunté.
Hace poco me tocó volver a la obra, esta vez desde el texto original. Y me alegra que haya sido así, porque con las herramientas apropiadas para evaluarlo, es estupendo. No voy a hacer spoiler, pero sí advierto que este libro se mete con un tema al que muchos le sacamos el cuerpo hasta que nos toca. Su autora, la muy celebrada estadounidense Katherine Paterson (dos veces ganadora de la medalla Newberry y del National Book Award, además de haber recibido el Hans Christian Andersen y el Astrid Lindgren Memorial, entre otros premios) explica que escribió este libro, igual que otros de su prolífica obra, para tratar de dar sentido a una situación que no lo tenía (que nunca lo tendrá). Y lo hizo con gran sensibilidad y respeto para sus lectores, los niños.
Leer Un puente hacia Terabithia desde la mirada de su autora me permitió no sólo redescubrir un libro que puede originar muchísimas conversaciones con nuestros niños, sino también responder a mi pregunta de líneas más arriba. ¿A quién se le ocurre escribir esto para un público infantil? A alguien que ha sido tocada por la experiencia más humana e inevitable y lejos de huirle, busca qué hacer con ello precisamente para ese público sensible y ávido de respuestas que los adultos no siempre podemos dar.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.