Una serie: The Marvelous Mrs. Maisel
Todavía uno puede darse el gustazo de ver series que nos recuerdan que la televisión no solo viene de la radio, y que las buenas series de televisión no son solo la progenie del cine al juntarse con la novela por entregas del siglo XIX, sino que también descienden del noble, antiquísimo arte del teatro.
Porque The Marvelous Mrs. Maisel es dramaturgia, teatro de comedia del bueno. Es que se nota cómo se han ensayado esas actuaciones, como se pulieron esos parlamentos, y cómo cada escena parece haber sido coreografiada tratando de que sea perfecta. Es con la cámara, que se usa de manera muy consciente para jugar con el punto de vista del espectador, y con esos exteriores que deben haber costado un dineral y un montón de permisos de rodaje, que uno recuerda que esto no es una pieza de Yasmina Reza, sino una serie de televisión, creada y escrita por Amy Sherman Palladino.
El tema: una joven ama de casa de Nueva York, Mildred Maisel, descubre que lo que quiere es ser comediante. Pero esto pasa a finales de los años 50, y que una mujer se levante en una tarima, de noche, a hacer stand up es demasiado audaz incluso para Manhattan. A partir de ahí, con los años y el cambio hacia la convulsa década siguiente, Mrs Maisel tendrá que lidiar con el balance entre su pasión, su ambición personal y creativa, y los roles de esposa, madre, hija, rodeada de su agente, también mujer pero de un tipo muy distinto, y de un montón de personajes muy sólidos que son, cada uno, un mundo propio llenos de posibilidades narrativas.
Ya están las cuatro temporadas que se han hecho hasta ahora en Prime Video, y se pueden ver todas en lo que dura un mes de prueba gratis. Véanla en inglés, aunque sea con subtítulo, para que gocen del trabajo actoral por entero y del wit con que está escrita. Y llénense los ojos con su vestuario y su diseño de producción.
Una película: Captain Fantastic
¿Qué significa abrazar a un ideal y hacerlo hasta las últimas consecuencias? Como lo han hecho unas cuantas personas en la vida real, en esta película una pareja se compromete hasta tal punto con su crítica radical a la sociedad de consumo que se aísla en lo profundo del bosque para criar a varios hijos. La cosa funciona por años, en el sentido de que como uno tiene ocasión de ver, los chamos realmente aprenden mucho dentro de su educación tan, digamos, heterodoxa. Pero hay un evento que somete toda la aventura a prueba: la madre enferma y muere. Ahí es donde el padre -un inmenso Viggo Mortensen- tiene que hacer lo impensable: tomar a su prole y salir del monte. Lo que viene a continuación lo deja a uno conmovido y lleno de preguntas. Porque esta no es una película proselitista, aunque toca temas políticos, sino una historia sobre cómo los padres pretendemos imponer a nuestros hijos una visión del mundo que es nuestra, no de ellos, y que no necesariamente les conviene. Lo cual vale para ese sueño utópico del Captain Fantastic pero también para muchas otras cosas que tendemos a asumir que nuestros hijos deben venerar igual que nosotros.
Un libro: Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez
Si vamos a hablar de familias que se entregan por entero a un sueño utópico, la del cineasta colombiano Sergio Cabrera es un gran caso de estudio, porque a diferencia de la de Captain Fantastic (o de novelas como La costa de los mosquitos de Paul Theroux) su historia es real, y tiene más que ver con nosotros. El padre del cineasta, Fausto Cabrera, había huído de la guerra española en su adolescencia con lo que quedaba de su familia republicana, y llevó consigo a República Dominicana, Venezuela y finalmente Colombia (donde hizo una gran carrera como actor) un sueño frustrado de justicia social. O más bien una herida. Cuando en Colombia estalló la violencia con el asesinato de Jorge Eliércer Gaitán, Cabrera y su esposa decidieron tomar partido, y así les llegó una oportunidad laboral en un momento desesperado que cambiaría las vidas de todos: trabajar en China bajo el ala del maoísmo durante el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural.
Esta es la historia que uno lee, pasando las páginas sin querer parar, en la nueva novela de Juan Gabriel Vásquez, que ha ido ganando casi todos los premios literarios más importantes de Occidente mientras expone zonas oscuras de la historia reciente de Colombia. Volver la vista atrás es un libro absorbente y, que yo haya visto, el más profundo testimonio de la radicalización política de una familia de intelectuales, desde la infatuación hasta las líneas de sombra (para usar una frase del ídolo de Vásquez, Joseph Conrad) y unos errores que realmente te pueden costar la vida.
Un álbum: Tinta y tiempo, de Jorge Drexler
Cuando hace más de diez años empecé a escuchar al músico uruguayo Jorge Drexler, lo que me agarró fueron sus letras, que desde el principio me parecieron tan bien acabadas como las de Joaquín Sabina. Con el tiempo, Drexler me enseñó que era un músico aún más infrecuente que un poeta que canta. No solo es un letrista impecable, que encuentra muchos temas de los que hablar con palabras que quedan resonando en uno, aprovechando además su bagaje científico como médico para ofrecer formas distintas de describir, de adjetivar las cosas; con discos como Bailar en la cueva y Salvavidas de hielo (hecho solo con dos guitarras, que se usan también para la percusión y los bajos) me hizo pensar que tiene la capacidad de crear un lenguaje propio con el pop y los géneros tradicionales, como Gilberto Gil o Caetano Veloso.
Acaba de salir su nuevo disco, Tinta y tiempo, que Drexler compuso y grabó a partir de 2020 y sus encierros desesperantes. Ha contado a la prensa que primero le salieron canciones sobre confinamientos y mascarillas, y luego las que terminaron en el álbum, sobre la necesidad de volver a las playas, a tocarnos, a caminar por ahí. Un disco que expresa tanto la continua evolución musical de Drexler como la ardiente necesidad que muchos de nosotros tenemos por salir al sol y reencontrarnos, y revolvernos el impulso vital como sea.
Un artista: Sheroanawe Hakihiiwe
En este momento, en una pared de las afueras de la vieja, magnífica Venecia, está ocurriendo algo extraño incluso para una urbe que lo habrá visto todo. Un tallo de bromelia emite luces rojas como la antena de una torre en una ciudad nocturna. Una rama de pijiguaos se reproduce en el aire como en un sueño. Un ejército de libélulas verdes irrumpe en la lluviosa primavera de la Serenísima. Son dibujos grabados en papel de morera, y tienen un carácter mágico: vienen de un mundo donde las barreras entre lo humano y lo no humano son diferentes, donde el tiempo es más fluido y a la vez parece no trascurrir, y donde dibujar es más que dibujar, es comunicarse con las cosas, incluso con lo no aparente.
Eso está pasando allá porque en el Arsenale está expuesta la obra reciente del artista yanomami venezolano Sheroanawe Hakihiiwe. Él lleva años aprovechando las técnicas e imágenes de su cultura para cruzar hacia nuestro mundo, dibujando no sobre la piel sino sobre el papel, y emulando con pintura industrial los tonos del onoto y de las frutas.
Acosada por el mar y por el turismo masivo, Venecia, que tantos siglos de belleza y de locura carga encima, se hunde. Acosado por la minería, las enfermedades y las armas, el Alto Orinoco del que viene Sheroanawe, que por cientos de miles de años ha sido el hogar de culturas únicas y de una diversidad biológica sin igual, ve mercurio en las aguas y escucha disparos en los shabonos. El arte no va a sacar a los mineros, pero al menos sirve para comunicar un mundo con el otro, para contar historias.
Un podcast: Broken Record
En el primer despacho de Cósimo hablamos de la miniserie documental en la que Paul McCartney le cuenta su historia a Rick Rubin. Aquí te traigo ahora el podcast de Rubin, Broken Record, un tesoro para melómanos, donde este productor conversa no solo con leyendas como Ringo Starr, Bonnie Raitt o Robert Plant, sino también con artistas más jóvenes y ajenos al rock como Pharrell Williams. Es un podcast imprescindible por el acceso a los invitados y lo que uno puede encontrarse en un episodio. Por ejemplo, el más reciente, con Michael Stipe, no solo pasa por la historia de R.E.M, sino por lo que Stipe ha estado haciendo desde entonces… y hasta podemos escuchar entera la canción con la que después de años está regresando a la música.
Una autora/ilustradora: Marianne Dubuc
Uno de mis primeros descubrimientos felices viviendo en Quebec fue encontrarme la mina de oro que esta parte del mundo representa para la literatura infantil y la novela gráfica (que espero irles mostrando en futuras entregas). Y una de las primeras autoras de cuyo trabajo me he enamorado sin remedio es Marianne Dubuc.
Formada en diseño gráfico en la Université du Québec à Montreal, esta autora e ilustradora montrealesa crea libros para niños que son no sólo un deleite visual, sino también obras cargadas de una sensibilidad y un amor por el detalle que lectores tanto pequeños como grandes pueden apreciar.
Ganadora de varios premios literarios, entre los que destaca el Governor General (Mejor Ilustración de un álbum en francés para Au Carnaval des Animaux, de 2012) y Mejor Libro para Niños del Canadian Children’s Book Centre (para In Front of my House, de 2010), Dubuc etrega libros que provoca leer, tener y volver a ver una y otra vez, para perderse en el mundo infinito que representa cada página.
Son especialmente atractivos los de su serie Ratón Cartero, que mi hija y su mejor amigo repasan incesantemente para encontrar una hormiguita, un gnomo o un caracol que nada tienen que ver con la historia central pero que están ahí, saludando al lector desde una esquina inesperada.
Los libros de Marianne Dubuc han sido traducidos a más de 15 idiomas y muchos de sus títulos se encuentran disponibles en español.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.
Saludos Rafael Osio, posible ni te acuerdes...hice fotografías para un texto que hicistes para Banesco hace un pocote de años..!!! Está muy bueno este sitio...Felicidades..!!