Una serie: Giri / Haji
Esta miniserie coproducida entre Japón y Gran Bretaña es un brillante ejercicio en las posibilidades entre tema y tono. Como pasa con muchos grandes libros y grandes películas, una cosa es lo que están contando y otra cómo lo cuentan, y la superposición de esas dos cadenas de decisiones creativas es lo que produce una obra única. Fue lo que hizo Wim Wenders en su adaptación de The American Friend, por ejemplo, una historia triste, trágica, pero contada con un melancólico sentido del humor y una cierta ternura que la hace particularmente humana.
Aquí en Giri / Haji (que se traduce como “Deber / verguüenza”) hay un eco de Caín y Abel en los dos hermanos tokiotas en torno a los cuales gira la serie: el muy responsable hermano mayor es un detective, pero el menor es un sicario yakuza. El mayor tiene que ir a Londres a investigar un asesinato cometido por el menor, pero ¿cómo ejerces justicia cuando el criminal es tu propio hermano, y además te presionan dos países y una mafia que se precipita a una guerra en tu ciudad de origen? En Londres, este detective conoce a una colega británica (esa maravillosa actriz que es Kelly Macdonald) que está pagando a su vez las consecuencias de haber denunciado como corrupto a su propia pareja. Ambos tienen que confrontar muchos otros dilemas complicadísimos sobre los límites de la responsabilidad y de la empatía, como en una tragedia griega. Pero el tono con que se cuenta la historia le agrega una pátina particular y un desenlace que no verás venir.
Una película: Moonage Daydream
¿Cómo hacer un documental sobre un artista como David Bowie? ¿Tiene sentido hacer un documental convencional cuando el sujeto es alguien como él? Con la cantidad de películas mediocres que hay sobre Bowie, esa pregunta no parece haber sido demasiado frecuente, pero sí parece estar en el fondo de lo que hoy están proyectando varios cines en el mundo: un documental que es por sí mismo una experiencia sensorial.
La muy esperada Moonage Daydream, de Brett Morgen, pudo haber sido hecha por el mismo Bowie. Está compuesta en gran medida por entrevistas, pietaje de conciertos y de viajes de Bowie, y hasta videos que él hizo, porque Bowie no dejaba de crear nunca: si no estaba haciendo música estaba escribiendo, esculpiendo, pintando o haciendo una suerte de teatro en video. Aunque no le quedara del todo bien, aunque no lo fuera a mostrar; simplemente no se quedaba quieto y no dejaba de hacer arte.
Enriquecida por un montón de material que facilitaron los herederos de Bowie, Moonage Daydream no se pierde en los chismes sobre sexo o drogas, sino que se adentra en la mentalidad creativa de Bowie, en lo que él tenía en la cabeza. Una película para sus fans pero también para quienes están interesados en entender los procesos de grandes creadores. Si puedes, trata de verla en el cine.
Un libro: Station Eleven, de Emily St. John Mandel
No voy a hacer una teoría esotérica de esto, pero me llama la atención que hace poco acudí a un espectáculo de Shakespeare In The Park con el Repercussion Theater de Montreal, que citaba varios textos de Shakespeare en una suerte de debate escenificado acerca de cómo las epidemias afectaron su trabajo, y esta semana me topé de nuevo con ese asunto en una novela que tenía tiempo queriendo leer y que finalmente llegó a mis manos, Station Eleven (traducido al español como Estación Once), de la canadiense Emily St. John Mandel. Porque en este libro, la historia principal es la vida de una compañía itinerante de actores y músicos, que brindan montajes de Shakespeare en pequeñas comunidades en la región de los Grandes Lagos, en los años siguientes a una pandemia que acabó con casi toda la especoe humana.
Lo primero que percibes es que esta novela plantea lo que hubiera pasado si el covid hubiera sido muchísimo más letal, con los mismos síntomas pero con incubación de horas, muerte en dos días y letalidad del 99%. Pero esta novela es cinco años anterior al covid; salió en 2014.
Cubriendo un periodo de varias décadas en torno al comienzo de la pandemia, que no comenzó en China sino en Georgia, Station Eleven no es The Road, la magnífica pero devastadora novela corta de Cormac McCarthy; aquí el tema no es tanto el fin irremediable de la civilización, aunque es un escenario que muchos personajes creen estar viendo haciéndose realidad y con razón, sino las partículas de belleza luego de un apocalipsis y las semillas de una cierta reconstrucción. En 2021, ya cuando todos hemos vivido el covid, HBO estrenó una versión en miniserie que ha sido muy elogiada.
Una serie: Rilakkuma y Kaoru
Quienes me han leído por acá saben que tengo debilidad por la animación japonesa. Y este show reúne varias de las cualidades por las que me encanta ese género. Hecha puramente en stop-motion y, según su director, Masahito Kobayashi, inspirada en las películas de Wes Anderson, a partir del popular personaje creado por la ilustradora Aki Kondo, la serie fue estrenada en Netflix en 2019 y acaba de lanzar una segunda entrega en 2022. Llena de detalles deliciosos de contemplar, con una temática a veces fuerte (no es para niños demasiado pequeños) y con una banda sonora que se te queda pegada aunque no entiendas una palabra de lo que se canta, es otra joya rara escondida en el catálogo de esta plataforma.
Kaoru es una mujer soltera que trabaja en una aburrida oficina del Japón moderno y lleva una vida que podría pasar por simple, de no ser por el hecho de que comparte su mínimo apartamento con Rilakkuma, un glotón y perezoso oso de tela vivo y tan alto como ella; Korilakkuma, una osita muy curiosa y algo dada a meterse en problemas; y Kiiroitori, un pollo fanático de la limpieza. En compañía de estos personajes transcurre todo un año en la vida de Kaoru, mientras florecen los cerezos, el calor del verano se vuelve insoportable, caen las hojas del otoño y la nieve lo cubre todo. Una especie de haiku agridulce y contemporáneo en el que los problemas de todos los días terminan arropados con la ternura de unos personajes que están lejos de ser perfectos, pero que logran llevarse bien y salir adelante. Como hacen las familias que se quieren.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.