Una serie: Better Call Saul
Ahora que se pudo terminar, luego de un retraso por la pandemia y un infarto de su protagonista, Bob Odenkirk, llegó el momento para mí de hablarte de una de mis series favoritas, Better Call Saul, al menos en Canadá disponible por entero en Netflix. Muy probablemente sepas que se trata de un spin off, una obra derivada de otra: Saul Goodman es un pérfido y pintoresco abogado de criminales que en Breaking Bad se convirtió en un personaje esencial para la trama y muy popular en el público, con lo que los creadores de Breaking Bad y Odenkirk decidieron arriesgarse con una serie que fuera un precuela de Breaking Bad y cuente la historia de Saul y varios otros personajes.
Estuvo claro desde el principio, 2015, que este spin off tenía su personalidad propia, que era parecida pero no igual a Breaking Bad, ni estaba subordinada a ella. Era menos violenta, más dedicada a la construcción de personajes, menos intensa. Pero tal vez no mucha gente esperaba que fuera el éxito de crítica y de público que terminó impulsando seis maravillosas temporadas.
El tono visual de Better Call Saul te hace pensar en la novela gráfica y el noir; las prioridades narrativas, en cambio, en la antigua tradición literaria de la picaresca.
Breaking Bad es un fresco de lo que el negocio de las drogas más devastadoras como el chrystal meth le están haciendo a la sociedad estadounidense luego de la crisis económica de 2008, pero sobre todo es una oscura fábula fáustica: el profesor de bachillerato Walter White se dedica a producir droga porque no encuentra otro modo de poder pagarse el tratamiento que lo salve del cáncer, pero con el tiempo encuentra que un viejo resentimiento y una frustración general con su vida lo llevan a corromperse hasta el fondo. Es una persona inteligente que decide hacer un pacto con el mal.
Better Call Saul no te hace pensar en Fausto sino en El lazarillo de Tormes, y en mucho bichito que uno ha conocido en la vida; es un estudio en profundidad del hermano menor que se siente intimidado por el hermano mayor al que todo el mundo admira, y que decide hacerse su propia fama con travesuras que con el tiempo degenerarán en crímenes.
Como en Breaking Bad y muchas otras historias policiales, esta serie se pregunta quién es malo, quién es bueno, cuán fácil es distinguir a uno del otro, y cómo el aburrimiento o la soledad o la necesidad de escapar de las normas de los otros pueden inducir a alguien a cruzar la línea de lo prohibido.
¿Hace falta ver Breaking Bad primero para entender Better Call Saul? Me parece que es ideal pero no imprescindible. Creo que uno puede empezar por cualquiera de las dos, y pasarse a la otra después. No son series que te llenen de fe en la humanidad. Pero son grandiosas.
Una vieja película de Sidney Lumet, El veredicto, es un reverso de la historia de Saul Goodman: un abogado fracasado, lo que llaman un ambulance chaser, encuentra el modo de redimirse. Magnífico trabajo de Paul Newman.
Una película: News of the World
Se siguen haciendo westerns (y gente como yo sigue viéndolos con interés y emoción) porque este venerable género cinematográfico que parece tan exclusiva, esencialmente estadounidense sirve para tratar muchos temas que son en realidad universales y atemporales. Esta película dirigida por el británico Paul Greengrass tiene poco de la acción que caracteriza el resto de su obra (en especial Captain Phillips y la serie de Jason Bourne), pero su misma capacidad para absorberte en la historia.
Aquí tiene a Tom Hanks, impecable como siempre, representando a un antiguo impresor y capitán del ejército sureño en la Guerra de Secesión, que pocos años después del fin del conflicto merodea por los pueblos de Texas cargando un atado de periódicos y leyéndolos, por unas monedas, a un público diverso en unas sesiones que hacen pensar más en los juglares medievales y en los cuentacuentos para niños que en los anclas de los noticieros de televisión o de radio. Pero le pasa lo que le pasa a muchos otros héroes o antihéroes en la historia de la ficción: tiene que encargarse de una tarea considerable e inesperada, en este caso devolver a lo que se supone que es su hogar a una niña rubia (la impresionante Helena Zengel, nacida en Berlín apenas en 2008) que sólo habla kiowa y algo de alemán, y que es huérfana por partida doble: su familia alemana fue aniquilada por los indígenas que la secuestraron, y la familia indígena que la crió fue a su vez exterminada por el ejército federal en la limpieza étnica que se hizo desde Alaska a Argentina en el siglo XIX para extender líneas de tren y hatos de ganado. Una de esas niñas perdidas en la migración a lo largo de espacios plagados de violencia, como debe haber muchas hoy en América Latina y el Mediterráneo.
Lo más obvio, al menos para un periodista como yo, es pensar que News of the World es un comentario sobre la necesidad de seguir informando a la población con la verdad y de enriquecer su visión del presente y de los otros. Pero también es una película sobre lo difícil que es reconstruir una sociedad luego de una guerra, sobre el duelo, sobre la espiral de violencia que crea el colonialismo, sobre la xenofobia y sobre el inexorable flujo de la historia.
News of the World me recordó mis tres westerns contemporáneos favoritos, que tienen en común el duelo y el enfrentamiento con la otredad tanto territorial como humana:
True Grit (2010), no la original con John Wayne sino la versión de los hermanos Coen, donde vemos la misma relación entre una muchacha huérfana y un viejo héroe a regañadientes
Dead Man (1995), de Jim Jarmusch, una joya “alternativa” en blanco y negro con una conmovedora exploración de las culturas indígenas del Noroeste
Y Hostiles (2017), de Scott Cooper, una magnífica historia que cuestiona el punto de vista de quién es el salvaje y quién el civilizado, como en Esperando a los bárbaros.
Dato importante que faltaba, porque nunca está de más recordar que la novela sigue siendo capital en la cultura: esta película adapta una novela homónima de 2016 de Paulette Jiles, que en parte se basó en un libro testimonial, The Captive. Lo cual me recuerda también una increíble novela de César Aira, Ema la cautiva, y la investigación sobre las “cautivas”, las mujeres criollas secuestradas por los indígenas en Argentina, de la desaparecida escritora venezolana Susana Rotker, que puedes leer aquí gracias a la labor de rescate del sello Cuadernos del destierro.
Un libro: Cuando el tiempo se detuvo, de Ariana Neumann
Advierto de entrada que no puedo ser imparcial con este libro porque yo mismo estuve involucrado, ya que la nueva traducción al español con que se está publicando en Venezuela (con Editorial Dahbar) y en el resto de América del Sur (con Planeta) es mía. Pero este librazo ya lleva premios y otro montón de traducciones más, la más reciente de las cuales es al mandarín y está saliendo en este momento en China. Su autora, Ariana Neumann, es de Caracas pero vive desde hace mucho en el Reino Unido, y escribe en inglés. La extraordinaria historia que cuenta es verdadera y vale por partida doble: por lo que relata, y por la historia misma de cómo se hizo el libro.
Ariana era una niña que jugaba a los detectives cuando se encontró un documento que la llenó de preguntas: una tarjeta de identidad con una foto de su padre muy joven con un nombre checo, una esvástica del Tercer Reich y una imagen de Hitler. Lo curioso es que su padre se llamaba Hans Neumann y era muy conocido y respetado en Venezuela como industrial y mecenas de la cultura. Es más, su padre siempre decía que lo que él era, era venezolano. Jamás hablaba de su pasado ni de su familia.
A partir de ahí, Ariana encontrará más indicios sobre todo aquello de lo que su papá no quería hablar, y de adulta, cuando Neumann fallece y le deja una caja de papeles como un desafío para que indague por su cuenta, Ariana viajará a varios lugares y conocerá a su familia oculta: la que sobrevivió al Holocausto.
Sobre todo, descubrirá la manera increíble en que su padre sobrevivió a la guerra, una historia que los venezolanos desconocíamos, porque la misma hija de Hans Neumann la ignoraba también.
Ojalá este libro te conmueva y te atrape como me pasó a mí traduciéndolo.
Un álbum: Variables, de Alfa Mist
Ya te he hablado en Cósimo de Kamasi Washington, The Cinematic Orchestra y The Comet is Coming; hoy te traigo otra propuesta de jazz contemporáneo que tiene una zona de intersección interesantísima con el hip hop, en algunas piezas, y una vibra estimulante que te pone de buen humor. Alfa Mist es un músico británico con una formación sólida y un rango que le permite brincar desde la música académica hasta el hip hop, con el jazz –que es tan flexible y tan propenso a las buenas contaminaciones– como base de operaciones. Su nuevo álbum, Variables, es un tremendo ejemplo de coherencia en la diversidad y de equilibrio a la hora de brindar un menú donde conviven lo exótico y lo conocido.
Está en todas las plataformas de streaming pero te recomiendo que lo escuches por YouTube para que veas las animaciones que se hicieron para cada tema. Tremendo plan para una fiesta en casa con los amigos.
Un podcast: La historia es ayer
Este podcast español de El Extraordinario es sobre la presencia del pasado en el presente, sobre cómo nada surge de la nada. El primer episodio, Ladrillos, VHS y ositos de peluche, es como un manifiesto sobre el valor narrativo e histórico de las cosas sencillas que para la arqueología son tesoros, y me dejó un concepto que se quedará conmigo, el de entanglement: los seres vivos y los objetos formamos un apretada malla de relaciones.
Pero hay mucho más acá, y la serie no ha terminado. Hay un episodio, La ceguera del presente, en que un arqueólogo te explica cómo hay capas de pasado en Freddie Mercury o por qué la guerra civil española no acabó en 1939 sino en 1952, pero que sobre todo te enseña lo erróneo que resulta dejarse engañar por el discurso comercial de la novedad cuando muchas cosas ya se han hecho antes, y cuando en realidad los objetos y nosotros mismos somos parte de un continuo que ni acaba ni termina con nosotros y nuestra época.
Podemos encontrar varios ejemplos de ese concepto arqueológico del entanglement en la cultura, desde Rosebud en Citizen Kane hasta el diablo en la botella de Stevenson o - si me permiten la grosera autopromoción en la cercanía de esos gigantes ; ) - la punta de flecha en el relato que publiqué en Casapaís. Justo encontré un caso bien sofisticado de este recurso en el novelón del maestro Don DeLillo que estoy leyendo, Underground, donde el hilo conductor entre personajes y décadas es un objeto al que se atribuyen variables significados históricos: la pelota que bateó Bobby Thompson para hacer el home run que le dio a los New York Giants la victoria sobre los Brooklyn Dodgers en 1951.
Un artista: Dan Climan
Este pintor de Montreal usa acrílico sobre lienzo, pero de manera que parezca arte digital. Un canadiense diría que hay algo en él del Group of Seven; un estadounidense, que se le siente mucho la influencia de Edward Hopper; él explica que es el cine del siglo XX, así como las fotos que la gente publica en las redes sociales, las fuentes principales de su mirada.
A mí me hace pensar en los mundos imprevistos que te encuentras cuando debes detenerte por alguna razón durante un viaje en carretera: un ángulo de un paisaje que no esperabas encontrar, que no volverás a ver, que no hubieras conocido sino por accidente, por casualidad, donde otras personas tienen una vida que nunca será la tuya y casi casi sientes que estás rozando una dimensión que había tratado siempre de esconderse de ti, hasta que un motor recalentado o las ganas de hacer pipí cambiaron sus planes.
Puedes ver más de su obra acá.
Un libro: Nidos que arrullan
Uno de los primeros canales de transmisión de nuestra cultura y del amor por la lectura es la tradición oral. Primero se arrulla, se rima, se canta y se cuenta de memoria y después, sobre ese puente, se construye el camino para pasar al libro (que también empieza a muy temprana edad, vale recordarlo.)
Cuando una mamá tiene cargado a su bebé, pasa una magia (y claro que puede también pasar con cualquier cuidador amoroso a cargo, pero empiezo con la mamá, porque aquí el canal es natural): la magia de la palabra.
Pero el estilo de vida que llevamos hoy en día nos ha hecho olvidar a muchas mamás por dónde empezar a transmitirla. Porque tal vez queremos hacerlo, pero no sabemos con qué, qué darle primero. ¿Una canción de cuna? ¿Pero cuál? No me acuerdo de ninguna ahora (personalmente, me sé dos o tres)… Lamentablemente, para este trámite el pediatra no nos da una guía.
Por eso este libro, Nidos que arrullan (Ojoreja, 2017), es una gran ayuda. Recopilado por Cintia Roberts, con ilustraciones de Laura Varsky, dirección artística y voz de María Teresa Usandivaras y producción musical de Pablo Spiller y con la voz invitada de Laura Devetrach, este libro-disco selecciona nanas, cantos y arrullos de distintos lugares de América Latina “para mecer al bebé y cobijarlo, para acompañarlo dulcemente al sueño” con “el arrullo como un encantamiento”, según la presentación de la autora.
Están aquí el querido “Arrorró, mi niño” de Argentina y el “Duerme, duerme, negrito” que cantamos en Venezuela, además de “A la nanita, nana” del folclor español, el “Din, Don, Dan” de Ecuador y el “Dormite, niñito” de Colombia, entre otros cantos de diversos países.
Una bella recopilación con lo mejor de nuestra lengua para que no se nos pierdan estas lindas primeras palabras amorosas entre el barullo reinante de los algoritmos.
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.
Te recomiendo Lucky Hank, con el mismo Bob Odenkirk ☺️