Una serie: Borgen: poder y gloria
Borgen es el sobrenombre del castillo donde se aloja el parlamento danés, pero también el nombre de una serie, o si nos ponemos muy precisos, dos: una de tres temporadas que se grabó entre 2010 y 2013, Borgen, y una de una temporada, hasta ahora, que se acaba de estrenar, Borgen: poder y gloria. Producidas por la televisión pública danesa, están todas en Netflix. Hay algunas diferencias entre ambas series, pero están directamente conectadas, y forman parte del mismo mundo. Borgen: poder y gloria se puede entender sin haber visto la anterior, pero se disfruta mucho más si se usa como excusa para verlas todas. No tengo dudas de que valen la pena las 40 horas que suman.
Creada por tres guionistas daneses, uno de los cuales coescribió la tremenda película Druk, Borgen es una fábula contemporánea con una perspectiva ética, acerca de los costos personales y éticos que hay que pagar a cambio del éxito profesional en la política y el periodismo, las dos arenas entre las cuales se mueven sus personajes. Las dos historias principales siguen las carreras y su impacto en las vidas privadas de la primera mujer en llevar el gobierno en Dinamarca, Brigitte Nyborg, y de una periodista estrella de televisión, Katrine Fønsmark (ambas impecablemente representadas por la Sidse Babett Knudsen y Birgitte Horn Sørensen). Lo bueno es que además de la atención que brindan a lo difícil que es progresar en esos ámbitos sin impactar tu vida privada, sobre todo si eres mujer, Borgen plantea las complicaciones de la política y el periodismo sin la truculencia de House of Cards.
Vivo en un país, Canadá, que tiene en común con Dinamarca el sistema político (la monarquía parlamentaria) y los problemas con la situación de la población local, los efectos del cambio climático y la presión geopolítica en sus dominios árticos. Así que a mí, que vengo de una democracia muerta como la de Venezuela, Borgen me enseña mucho sobre cómo se hace política en el otro extremo de los índices globales de transparencia, equidad y desarrollo humano. No hay que ser político ni politólogo para apreciar esta serie, le ha ido muy bien en varios países. Y en cuanto a que a uno no le interesa la política, pues, la política sí se interesa en uno, así que siempre es mejor entender cómo funciona.
Una película: Hasta el fin del mundo, de Wim Wenders
No creo en lecturas obligatorias ni en cosas que hay que ver antes de morir, pero en este caso –aunque me cuesta ser objetivo con Wim Wenders– sí creo que es una de esas películas esenciales que uno no debería perderse. Además es profética: habla de realidad virtual, videollamadas, apagones digitales, confinamiento y crisis energética, entre muchas otras cosas que todavía estamos tratando de entender, aunque se estrenó hace 30 años.
Hasta el fin del mundo (Bis as Ende der Welt) es, en síntesis, una historia de ciencia ficción: en 1999, Max von Sidow es un científico que desarrolla una cámara para grabar videos que su esposa ciega (Jeanne Moreau) podría ver, y su hijo (William Hurt) recorre buena parte del mundo grabando esas imágenes, con riesgo para su propia vista. Lo persiguen un personaje clásico del universo Wenders, el detective Winter (Rüdiger Vogler) y una aventurera que se enamora de él (Solveig Dommartin). Pero todo esto pasa mientras la humanidad entera teme que un satélite nuclear accidentado provoque una catástrofe global. La película de ciencia ficción es también un noir retrofuturista y una historia de amor, que te conecta con Bruce Chatwin, con Cowboy Bebop o con Jim Jarmusch. Es lo que Wenders llamó “the ultimate road movie”. Y su soundtrack tiene a U2, a Peter Gabriel, a Nick Cave, a Daniel Lanois y a Lou Reed, entre muchos otros.
Sin conformarse con haber dirigido películas tan increíbles como París, Texas y El cielo sobre Berlín, Wenders hizo a continuación esta maravilla rodando en nueve países de cuatro continentes, con un montón de gente ayudando en cada uno de ellos, y gastando mucho para un realizador independiente de su época, más de 20 millones de dólares. Pero a la película nunca le fue bien en taquilla. Algo que te hace pensar sobre el impacto real que pueden tener las obras maestras y sobre la inherente injusticia que hay en el hecho de someter una obra de arte al público y de al menos tratar de recuperar el dinero que costó hacerla.
Pero esta joya no será olvidada. Por el contrario, Criterion Channel tiene la versión íntegra, no la que pasaron en el cine. Casi cinco horas de belleza, para dedicarle un día de lluvia. Se ve y se oye mucho mejor que en este trailer original. Hazte tú tu propia opinión, pero a mí me parece que no le sobra nada.
Un libro: El infinito en un junco, de Irene Vallejo
A diferencia de Hasta el fin del mundo, éste es un caso de algo muy bueno que ha tenido mucho apoyo de la industria y del público. Yo confieso que sospechaba de su popularidad pero la verdad es que me resultó un libro estupendo y hermoso que querré guardar y releer. Este ensayo de la escritora y académica zaragozana Irene Vallejo cuenta lo que se sabe del comienzo del libro, desde la tablilla de arcilla a los rollos de papiro y pergamino, y de ahí al libro de páginas. El énfasis es el mundo antiguo y en particular Grecia y Roma. Reúne conocimiento disperso en muchos otros autores, pero a diferencia de muchos de esos expertos, y hasta de alguien tan respetado como Alberto Manguel, Vallejo trata este tema con un brillo de la escritura y una calidez que lo hace muy grato. Creo que el truco de su autora (y de sus editores) es que en vez de llenar esto de notas al pie se dedicó a contar historias, a crear escenas, a agregarle humanidad. Algo que me hizo conectarme mucho con El infinito en un junco es cómo habla de la Antigüedad con los ojos del presente, buscando respuestas y conexiones entre lo que le vio Heródoto y lo que vemos nosotros hoy, o jugando a imaginar a Marcial, que tan pesimista era sobre el futuro del libro, enterándose de que lo seguimos leyendo dos mil años más tarde.
Un álbum: Hounds of Love, de Kate Bush
En la adolescencia (y después de ella), sentimos que nuestra canción favorita nos salva la vida. Una versión literal de esa idea en la nueva temporada de Stranger Things (creo que de las mejores de la serie, por cierto) hizo que una canción de 1985 volviera a hacerse popular. Millones de personas deben haberla descubierto en las últimas semanas, desde que se estrenó esa temporada. Es “Running Up the Hill” y es la primera del álbum Hounds of Love, de la compositora y cantante británica Kate Bush.
Con su voz tan particular y su fraseo como teatral, Bush es tal vez un gusto adquirido; pero si pasas de su participación en “Don’t Give Up” de Peter Gabriel y de ese tema que Stranger Things sacó del círculo de mi generación, te vas a encontrar una artista todavía activa que tiene un registro amplio del pop al jazz, que ha hecho discos conceptuales y trabajado con grandes voces de su cohorte como Elton John, y que en los 80 estaba metiendo jigas inglesas en su pop rock mucho antes de la oleada céltica de fines de siglo. Todo eso lo verás en Hounds of Love y puede que te animes a escucharla en discos más recientes y menos comerciales como Aerial.
Un artista: Danny Gretscher
Hace unos días conocí por pura casualidad, al toparme con una galería en Montreal que exhibía su obra recentísima, de mayo de 2022, el trabajo de este joven pintor berlinés. Me pasaron tres cosas: me recordó el trabajo de artistas venezolanos como Alirio Palacios; me recordó lo bien que se siente ver buena pintura de cerca, porque tenía muchos meses sin entrar a una galería o un museo; y me emocionó la energía de recuperación, de volver a sentirse bien, de salir a la calle y de llenarse de cosas buenas que tenemos al menos en Montreal y sé que en varios otros sitios al cabo de dos años de pandemia. Miren qué bueno es:
Un podcast: Tema Libre
En el despacho anterior les hablé de un podcast en inglés en el que dialogan los cineastas; hoy les traigo uno en español en los que conversan los escritores. Es el de la editorial Anagrama, se llama Tema libre y tiene muy buen nivel. Lástima que por ahora haya pocos episodios, pero entre ellos hay uno con Leila Guerriero y Albert Lladó en el que tratan la relación entre periodismo y literatura, que me resultó intrigante y útil aunque es un tema del que he leído y oído hablar y hablado mil veces. En otro, Mariana Enríquez y Kiko Amat hablan de literatura fantástica y de terror. Para gente que escribe o que lee con mucho método, este podcast está muy bien.
Un corto animado: El Muñeco de Nieve (The Snowman) de Raymond Briggs (1982)
Cuando te pones a buscar cosas para entretener a los niños en casa (sobre todo en esos días helados de invierno que tenemos en países como Canadá, en los que nos ponemos especialmente creativos), puedes encontrarse maravillas. Me pasó el invierno pasado, cuando me topé con este corto animado.
Conozco a Raymond Briggs de mi propia infancia. Es el autor de Papá Noel, uno de los libros que más leí, junto a mis hermanas, y que siempre nos fascinó por la manera desenfadada y realista en la que Briggs pinta a un San Nicolás que se la pasa enfurruñado, detesta al frío y hace cosas mundanas como echarse un atracón de comida, tomar cognac, criticar un regalo de Navidad que le hacen o hasta ir al baño.
Por eso cuando vi su nombre en este corto, no dudé ni un instante en darle play. Pero confieso que me quedé corta en mis expectativas.
No les quiero adelantar mucho. Creo que esta es una de esas obras que merecen que los espectadores lleguen como hice yo, cuanto más desprevenidos, mejor. Lo que sí diré es que quien ha vivido días de nieve intensa conectará enseguida con esta belleza de narración visual y quedará, seguramente, cautivado.
Como no está subtitulado, les dejo una adaptación de la introducción que hace el propio Briggs al principio:
“Recuerdo ese invierno, porque cayó un montón de nieve, como nunca antes había visto. Nevó continuamente, durante toda la noche. En la mañana, cuando desperté, mi habitación estaba llena de luz y silencio. El mundo parecía haberse detenido en un sueño tranquilo. Fue un día mágico. Y ese día hice El Muñeco de Nieve”.
Me atrevo a hacerles una recomendación: guarden el link. Sus niños querrán verlo una y otra vez, sobre todo si viven en un país donde hay inviernos (y probablemente, ustedes también).
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.