Me permito recomendar esta vez algo tan mainstream como la serie más costosa de la historia porque tengo tres argumentos.
Uno: es una buena introducción al mundo de J. R. R. Tolkien, un autor clave por su gigantesca influencia en el género de fantasía y por la magnitud de lo que hizo en materia de construcción de su mundo imaginario, a partir de su enorme conocimiento de la historia y la mitología del norte de Europa. Si no has visto las películas de Peter Jackson ni has leído El Hobbit o El señor de los anillos, puedes empezar con esta serie, que se ocupa de los antecedentes de esa inmensa fábula sobre los peligros del poder absoluto.
Dos: con sus grandes conflictos dramáticos en torno a la corrupción del conocimiento y el heroísmo de la gente común, es una serie con otro tono distinto a los que hoy prevalecen en las plataformas, que aunque está llena de animación digital está bañada con una sensibilidad del gran cine clásico para la gran pantalla que Peter Jackson estudió para sus seis películas.
Tres: es muy buena. No me convence del todo el casting y la música pudo haber estado mejor, pero está muy bien escrita, sobre todo, y el trabajo de diseño de vestuario y de ciudades imaginarias es para quedarse con la boca abierta. Creo que muchos de nosotros queremos vivir en la urbe portuaria de Númenor. En Amazon Video.
Una película: Argentina 1985, de Santiago Mitre
Dos años después de que colapsó la dictadura militar luego de la guerra de las Malvinas, y en medio de temores por un contragolpe, las instituciones civiles de Argentina empezaron a juzgar a los mayores responsables de los horrores perpetrados a partir de 1976. Este drama judicial, inspirado en hechos reales, cuenta cómo el fiscal Julio Stassera, su asistente Luis Moreno Ocampo y un equipo de jóvenes abogados repartidos en la administración pública aguantaron las amenazas, consiguieron cientos de casos y reunieron testigos para demostrar, con los generales y almirantes acusados sentados en el banquillo de los acusados, que hubo una política sistemática en todo el país para exterminar a parte de la población con la excusa del combate a la subversión.
Esto es el cine argentino en todo su esplendor. Ricardo Darín es, como siempre, magnífico representando al tipo que hace justicia en nombre de uno, que se abre paso entre su propio pesimismo para completar una hazaña. A diferencia de otras muchas películas sobre este tema, no hay escenas de violencia, ni mucho menos las extensas secuencias de tortura de, por ejemplo, La noche de los lápices. La violencia aquí es una amenaza, una costumbre, un derecho que se han tomado algunos, y sobre todo un conjunto de historias. Y ese es el núcleo de la película: cómo contar tu historia puede conducir a que se haga justicia, aun cuando hay crímenes para los cuales no existe un castigo suficiente.
Una película extraordinaria que inevitablemente te dejará pensando sobre lo que eso logró, y sobre lo que algo parecido, en otro sitio, podría lograr. Si ya la vieron, disfruten este montaje del discurso de acusación de Strassera que entreteje la secuencia de la película con la grabación televisiva del juicio.
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Un álbum (bueno, dos): Unlimited Love y Return of the Dream Canteen, de Red Hot Chilly Peppers
Siempre me da mucho gusto (o esperanza, o consuelo, o hasta orgullo) cuando un músico o una banda que hizo grandes cosas en el pasado sea capaz de conservar o de recuperar sus capacidades creativas muchos años después. Es el caso con los dos álbumes que han publicado en 2022 una de las bandas determinantes de los 90, los Red Hot Chilly Peppers de California. El primero es Unlimited Love, y el segundo, que acaban de publicar, es Return of the Dream Canteen, de hora y cuarto de duración. Ambos fueron producidos por el gran Rick Rubin, de quien hemos hablado dos veces en Cósimo. Y tal vez lo más importante es que ha vuelto a la banda el guitarrista John Frusciante.
Para mí es un mérito que sigan siendo fieles al lenguaje que alcanzaron hace mucho tiempo, a ese sonido construido en torno al bajo de Flea, y lo digo porque otros artistas veteranos abandonan su identidad musical en nombre del cambio al que todo creador tiene derecho, o llevados por la ¿vana? esperanza de seducir a nuevas audiencias en manos de un productor. Pero Red Hot Chilly Peppers sigue siendo Red Hot Chilly Peppers, y en estos discos lo sientes canción tras canción: hay unas más funk, otras más rock, pero todas suenan a ellos. Y el segundo disco no parece en absoluto compuesto con las sobras del primero. De hecho a mí me gusta más que Unlimited Love.
Es un material no solo abundante, sino que rebosa la energía, el sol, la adrenalina que uno espera de ellos, y que se aprovecha siempre de la madurez para redondear tanto las partes como el todo. Tremendo logro de una banda que nació en 1983 y donde tres de los cuatro miembros rondan los 60 años.
Un artista: Nicolas Party
Este pintor y escultor suizo te va a recordar a los simbolistas y a gente como Magritte, pero también a ciertos paisajistas del siglo XX. Es un caso curioso: su arte es colorido, incluso festivo en una primera impresión, y con sus pasteles a gran formato y sus esculturas pintadas es muy atractivo para el gran público. Pero hay algo onírico, si no inquietante, en sus paisajes con árboles desnudos de los que parece que se desprendiera un silencio incontestable, y en esos retratos en los que a partir de cierto momento te das cuenta de que algo no marcha bien, de que la cosa no es tan chévere como parece.
Uno de los hipnóticos paisajes en pastel de Party…
…y uno de sus retratos (que él tituló, como una adivinanza, “Retrato con aguacate”), hipnótico por razones distintas
En teoría es un podcast de divulgación científica, a cargo de dos españoles, pero la amplitud de sus temas y la flexibilidad de su formato conversacional (como en The Rest is History) les permiten jugar con asuntos muy diversos y con salirse bastante de la tendencia a la rigidez que suelen tener muchos especialistas. Es un podcast que te hace sentir acompañado y que te enseña muchas cosas. Uno puede explorar la lista para buscar los episodios que le interesen, que duran poco menos de una hora. Por ejemplo, hay uno en el que entrevistan a uno de los dos exploradores españoles que en 2001 se echaron 61 días para remar de Tenerife a Barbados, tormentas incluidas, y a otro aún más demente que atravesó Antártida en un trineo halado por un kite, apurado para que no lo dejara el barco oceanográfico ruso que lo sacaría de ahí. Y hay un episodio tremendo, estructurado como un homenaje a Groundhog Day, que junto con varios expertos explica el valor de La Alhambra de Granada como ciudadela, como yacimiento arqueológico, como conjunto artístico, como texto y como conjunto matemático.
Una colección: Narraciones indígenas de Ekaré
Hace más de 40 años, cuando la editorial venezolana Ekaré fue fundada en el seno del Banco del Libro, su punto de partida era la necesidad de hacer libros en los que los niños venezolanos pudieran reconocerse (en los paisajes, la gente, las tradiciones, el lenguaje), lejos de los estereotipos venidos de afuera, con casitas con techo de dos aguas, chimeneas, inviernos y gente toda rubia.
Así, gracias al trabajo de las fundadoras Verónica Uribe y Carmen Diana Dearden, nació la colección Narraciones Indígenas (la primera de la editorial), que recoge historias de la tradición oral de las etnias wayúu, pemón y warao, recopiladas en gran parte por investigadores como Fray Cesáreo de Armellada y Ramón Paz Ipuana y que hoy en día siguen teniendo una vigencia impresionante.
Se trata de narraciones cosmogónicas, que siempre atraen a los niños, independientemente de lo locales que puedan parecer a primera vista, que además fueron concebidas con un exquisito gusto estético (y con un enorme trabajo de investigación por detrás, del que les hablaré en otra ocasión), lo que los hace una experiencia en sí misma para los pequeños y los adultos que las contemplamos.
Pero hay además un valor adicional que como mamá inmigrante le encuentro a estas joyas de libros: estas ediciones nos permiten hablar a nuestros hijos de la riqueza de sus orígenes. Hace poco caí en cuenta de que buena parte de mi sensibilidad visual se formó en las páginas de esos libros y no es poca cosa que agradecerles.
En tiempos como estos, en los que contar a Venezuela siempre implica una cuota de dolor, estos libros siguen iluminando y permitiéndonos a los padres empeñados en ello mostrar a nuestros niños lo mejor de nuestra cultura.
Ekaré sigue editando e imprimiendo algunos títulos de esta colección, disponibles todavía en su catálogo, entre los que se encuentran El rabipelado burlado (cuento pemón recopilado por Fray Cesáreo de Armellada e ilustrado por Vicky Sempere), El dueño de la luz (cuento warao, por Ivonne Rivas e Irene Savino) y mi favorito, El cocuyo y la mora (cuento pemón, por Fray Cesáreo de Armellada y Amelie Areco).
Cynthia Rodríguez es la fundadora de UpaUpa, una web para la preservación de nuestra lengua y la promoción de la lectura en la infancia.
Tengo pendiente la serie de Tolkien, pero me resisto a verla porque me da la impresión de que va a estar muy alejada del producto original. Me animaré a verla. Me apunto también la obra de Party y el podcast, a ver qué tal. Un abrazo!!
Mira, creo que la serie es una mezcla de varias cosas, supongo que en su mayoría provenientes del Silmarillion (en sí mismo un revoltillo que armó el hijo de JRR) pero su fidelidad canónica no me preocupa porque yo de hecho siento que Peter Jackson le hizo mucho bien a ese material. Es decir, a Jackson le cuesta cortar, pero mucho más le costaba al viejo Tolkien.... abrazo!
Tengo pendiente la serie de Tolkien, pero me resisto a verla porque me da la impresión de que va a estar muy alejada del producto original. Me animaré a verla. Me apunto también la obra de Party y el podcast, a ver qué tal. Un abrazo!!
Mira, creo que la serie es una mezcla de varias cosas, supongo que en su mayoría provenientes del Silmarillion (en sí mismo un revoltillo que armó el hijo de JRR) pero su fidelidad canónica no me preocupa porque yo de hecho siento que Peter Jackson le hizo mucho bien a ese material. Es decir, a Jackson le cuesta cortar, pero mucho más le costaba al viejo Tolkien.... abrazo!